Cuando comenzamos nuestro camino espiritual buscamos la perfección en nuestras vidas. Tratamos de mejorar en todos los sentidos pero, pese al esfuerzo desarrollado, a veces no llegamos a obtener el resultado que, de acuerdo con nuestras propias expectativas, esperábamos.
La decepción puede llevarnos a rechazar la disciplina cuya práctica y aprendizaje habíamos iniciado e incluso a constituir el motivo o excusa para desmoralizarnos intensamente.
Hemos de recapacitar, no obstante, que cualquiera que sea la reacción adversa que podamos experimentar, ésta sólo nos está indicando que hemos cometido un error …..y un error puede siempre ser corregido.
El Universo funciona como un gran ordenador. Hay que saber accionar la teclas o funcionalidades adecuadas para obtener lo que se desea, y en muchas ocasiones, lo que uno cree que desea no se corresponde con lo que verdaderamente necesita.
Algunas escuelas en el ámbito de las diversas disciplinas de crecimiento espiritual malinterpretan total o parcialmente la originalidad de las enseñanzas lo que conduce a una tergiversación o desviación de las enseñanzas, llevando a los alumnos y a los propios enseñantes a cometer errores y frustrarse en sus expectativas.
Algunos de los errores más comunes son los siguientes:
1.-Envolverse en una burbuja de protección, luz, color, ángeles o cualquier otra forma a la que se da realidad para que proteja de los peligros que existen afuera
Esto fomenta la idea de que algo externo tiene más poder que nosotros pero según las enseñanzas espirituales todo es uno (todo es Dios) y por lo tanto nada puede hacernos daño. En su lugar debería practicarse algún tipo de ejercicio de reconocimiento de la seguridad y armonía personales.
2.-Enviar luz a otros para que mejoren
La mayoría de estos ejercicios responden más a una forma de manipulación que a una verdadera ayuda espiritual. Si se va a ayudar a otro primero tendríamos que saber si este otro lo pide o lo necesita. En su lugar tendríamos que trabajar en relación con nuestra propia percepción de la situación dada.
3.-Creer que vamos hacia Dios o que evolucionamos espiritualmente
No vamos hacia Dios. Ya estamos en Él. Todo el Universo, visible y no visible, es una proyección que surge de lo divino. No se trata de “caminar hacia” sino de “reconocerse en”.
4.-Angustiarse o preocuparse cuando hay un familiar enfermo o atravesando algún tipo de crisis
Sin perjuicio de realizar conductas bondadosas y compasivas con los afligidos, unirse mentalmente al sufrimiento de otros no hace más que otorgar más poder a dicha situación. Si nos afligimos es porque nuestro ego ha aceptado y establecido que hay una fuerza más poderosa que nuestra divinidad interior.
5.-Creer que uno ha sido elegido por Dios
Algunas personas pueden llegar a sentirse especiales, con un poder o capacidad que otros no tienen. Esto nuevamente es un síntoma de que hemos aceptado el establecimiento de una diferenciación entre nosotros y lo externo. Nuestro ego se apropia en este caso de la inspiración de la que derivan nuestros pensamientos y acciones erigiéndose en autor de las mismas.
6.-Sacrificarse por otros
El sacrificio por los demás está aprobado socialmente y bien visto pero, en realidad, genera presión interna y en muchos casos emociones más intensas derivadas de ello. Por tanto, ayudar a otros no es efectivo en nuestro camino expiritual si no se efectua des de el amor o, cuando menos, desde el “no apego”. De lo contrario lo que hacemos es realizar una aportación que esperamos que nos sea correspondida de alguna manera.
7.-Depender de amuletos, estampas religiosas, cristales u otros elementos
Todos estos son meros símbolos que nos evocan o enlazan a determinadas ideas o creencias. Al margen de la cualidades vibracionales que algunos cristales u objetos puedan tener ir más allá otorgándoles un poder en sí mismos no hace sino fomentar en nosotros la idea de que nos hemos de proteger de algo. Así, si la perdida de un amuleto te sume en el miedo es que te crees separado de tu naturaleza divina, en la cual radica tu verdadera seguridad.
8.-Creer que uno puede guiar a otros o que puede ser guiado
La guía siempre es interna. Fluye a veces a través de tus pensamientos y en ocasiones fluye a través de las personas o situaciones que percibes a tu alrededor. La relación con tu entorno y contigo mismo es siempre una relación cuyo sentido es aprender. De nuevo, otorgar a otro o auto-otorgarse un poder o capacidad de guía sólo hará que aparcarnos en el especialismo* y, por tanto, en la separación.
9.-Creer que los maestros espirituales son aquellos que nos proveen de la información
Tendemos a creer que las personas que nos enseñan son adelantados y han superado muchas pruebas en su vida. En algunos casos esto es totalmente cierto, en otros no. Cualquier persona puede ser nuestro maestro en una situación dada pues, como se ha dicho, ya no es ella la fuente de la enseñanza sino el canal o medio. Habitualmente el verdadero maestro no es aquel que complace tus expectativas sino aquel que te pone a prueba y propicia situaciones o desafíos que constituyen oportunidades para aprender.
10.-Creer que uno no puede enojarse, temer o sentir cualquier emoción negativa por estar en el camino espiritual
Esta creencia puede llevar a niveles altos de auto represión de la ira y el enojo lo cual sembrará más problema y servirá de apoyo a tendencias negativas que afloraran de diversas maneras. En el camino espiritual, por contra hay que conseguir ser capaz de identificar y contemplar estar emociones y tendencias en nosotros. Promoviendo la observación Consciente y, por tanto, no apegada estamos potenciando nuestro aprendizaje y permitiendo liberar energía bloqueada que nuestro ego pide imperiosamente liderar.
Parmatma
(artículo inspirado en otro, anónimo, del mismo título)
*por “camino espiritual” debe aquí entenderse el seguimiento de cualquier disciplina, enseñanza o mezcla de las mismas orientada a la elevación de la Consciencia.
*especialismo: situación mental en la que nuestra consciencia se identifica con nuestra mente individual creyéndose especial y, por tanto, diferente de otros, excluyéndolos de la relación que establecemos,